EL CONSUELO DE MI AMADO CELESTIAL

Antes del alba se abrieron mis ojos y desperté con el recuerdo de aquella que me dio felicidad, mi pensamiento nunca la olvidará…  Desvanecía mi alma por su ausencia, necesitaba consuelo y acudí a mi Amado del cielo, y sentí su voz tan suave como terciopelo… y me dijo: «Aquí estoy, reposa en mi pecho, cobíjate en él y descansa al vaivén de mi susurro amoroso, mientras yo seguía declarándole el dolor que me envolvía, le dije: «La princesa dejo de respirar… Ya no está conmigo».

Y me dijo mi Amado:  Ella está cantando en un coro celestial, ahora su esencia es eternal, ella cumplió su ciclo terrenal, te amamantó de sus pechos bendecidos, nutriéndote de leche y miel, y de todo lo mejor que tenía.  Le dije a mi Amado: «conozco  la verdad… conozco el verbo que me da la lógica para consolar».

Más, mi sentimiento era un rosal cuando ella existía, siendo ahora marchitas  las flores de mi corazón, porque la ternura se volvió en dolor, y no puedo soportar que se haya ido. Estoy privada de su amanecer candoroso, de su faz que vertía alegría, de su sonrisa que hacía de mi vida una poesía. Cuando los temores me nublaban, ella me apacentaba con salmos y  tu Espíritu la iluminaba para darme la exhortación perfecta,  culminando con un ósculo santo, así me entregaba todo su bálsamo de encanto… ¡Ahora entiendes porque la extraño tanto!… y me dijo mi Amado: Yo estoy amada mía para vencer todo aquello que quita el gozo… recibid mis caricias, recibid mi bondad, ya no está aquella que te dio de mamar, pero creedme… Está tan feliz como no lo fue jamás, resígnate !Oh amada mía!, y llorad… llorad, las lagrimas sanarán heridas de aquella que te dio la vida, su gracia divina y dicha maternal. –Anydey-

 

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